La protección solar es más necesaria según se aproxima al Ecuador.
A lo largo de su existencia sobre el planeta, el ser humano ha ido evolucionando para adaptarse con una adecuada producción de melanina de la piel según la variable radiación solar de las diferentes zonas donde ha acabado habitando en estos pasados 10 mil años.
Protección solar «de serie»
Se cree que los primeros humanos originarios de las regiones ecuatoriales tenían pieles muy bronceadas, capaces de protegerlos del sol intenso y aún así seguir beneficiándose de sus efectos. A medida que se fueron trasladando hacia el norte del planeta, ocupando Asia y Europa principalmente, una mutación genética permitió que los individuos de piel más clara tuvieran una mejor adaptación en zonas con menor incidencia de los rayos del sol.
Se sabe que el protector solar natural de nuestra piel, la melanina, dejó de estar permanentemente presente, facilitando la síntesis de vitamina D entre otros mecanismos, que nos permitieron sobrevivir con salud bajo los cielos grises del norte.
Cuando protegerse del sol era de pobres y estar blanco era de ricos
Durante siglos, en Europa y Asia las clases altas mostraron preferencia por la piel clara. La economía basada en una población mayoritariamente agrícola tenía como consecuencia que las personas con pieles castigadas por la intemperie fuesen campesinos y aquellos que se tenían trabajos «de sol a sol». Sus pieles no solo estaban morenas, sino que también mostraban un envejecimiento prematuro, y lesiones que entonces no tenían diagnóstico ni tratamiento.
Para protegerse del sol, las gentes humildes del pueblo idearon todo tipo de tocados, sombreros, velos y mantillas que conocemos a través de los trajes tradicionales regionales.
Cuando la economía nos quita el protector solar
Así ha sido así durante muchísimo tiempo, hasta que se produce el desarrollo de las ciudades industrales. En especial a partir del segundo tercio del siglo XX empezamos a asociar el bronceado con las vacaciones, el ocio y un mayor nivel socio-económico, por contraposición con la palidez de quienes vivían hacinados en viviendas lúgubres y trabajaban largos turnos en fábricas sin apenas disfrutar del aire libre más que los escasos días de descanso.
Se desarrolla el turismo, que transporta cada vez a más personas a regiones más y más alejadas de su ambiente de origen. Y es entonces cuando empiezan los problemas a gran escala: el crecimiento de las enfermedades de la piel relacionadas con la sobreexposición al sol o con la falta de adaptación de la piel al ambiente, con mayor incidencia de las muertes por cáncer de piel en países de poblaciones mayoritariamente muy blancas.
Ayuda a un Danés a protegerse del sol
Por este motivo, la Sociedad Danesa del Cáncer ha creado una campaña muy peculiar llamada «Ayuda a un danés» con el fin de solicitar la colaboración de ciudadanos de principales destinos (España, Francia, Grecia, Italia y Tailandia) para contribuir a la protección solar de los turistas, recordándoles la conveniencia de cubrirse, emplear protectores solares, y evitar en general las situaciones que podrían producirles quemaduras y un posible cáncer de piel.
Nos recuerda a través de este vídeo en castellano que cada minuto muere un ciudadano danés a consecuencia del cáncer de piel, mostrando también imágenes de un coro de personas en traje de baño que presentan quemaduras solares.
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Desde Clínica Sarabia nos unimos al espíritu de esta campaña, y os animamos a tomar conciencia de los riesgos que supone no protegerse del sol adecuadamente, seas danés o no. El exceso de sol, sin control y sin protección no solo puede producir envejecimiento prematuro de la piel, arrugas, flacidez y manchas, sino que también puede hacernos enfermar gravemente.
Si quieres consejo para recuperar una piel radiante y sana, no esperes más y habla con nosotros.