El uso de toxina botulínica es el tratamiento no quirúrgico más empleado en rejuvenecimiento facial. Se emplea desde hace más de 40 años para tratar trastornos debidos a una contracción muscular excesiva o inapropiada:
– Espasmos, tics
– Contracción inapropiada de esfínteres
– Movimientos desajustados de los ojos
– Hiperhidrosis o sudoración excesiva
– Hiperfuncionalidad de las líneas de expresión facial
Las líneas de expresión y arrugas faciales tienen múltiples causas, como la exposición al sol, degeneración de fibras elásticas, atrofia de la piel y contracción muscular excesiva. Si los músculos bajo la piel se contraen, se forma un pliegue en la piel y eso se traduce en arrugas.
La toxina botulínica impide la acción del nervio sobre el músculo, relajándolo y reduciendo la sensación de cansancio facial.
Es un tratamiento extremadamente seguro, con muy pocas contraindicaciones, siendo una de ellas el embarazo.
La duración del tratamiento depende de la cantidad y tipo de arrugas a tratar, variando entre 4 y 6 meses, aunque la continuidad de las aplicaciones permite mejorar considerablemente el área tratada incluso cuando éste ha cesado.
La aplicación de la toxina botulínica tiene que ser realizada por médicos especialistas en consulta médica.