
Los tratamientos estéticos que mantienen una imagen natural y sin estridencias son la clave del éxito en una medicina estética bien entendida.
Casi todos nosotros tenemos en la cabeza varios nombres de famosos que, en su afán por mantener su juventud o corregir algún defectillo se han acabado convirtiendo, tristemente, en caricatura de sí mismos.
Narices operadas «a troquel», labios desmedidos y abultados o mejillas llenas donde antes no había sino el hueso del pómulo, y poco más, ojos de gato por efecto de los estiramientos, frentes inexpresivas… son base para los argumentos con los que nos conformamos en envejecer sin remedio y dando la espalda a los avances de la medicina estética.
Sin embargo, hoy día no es necesario resignarse; podemos acudir a un profesional de la medicina estética que nos inspire confianza, y que nos explique abiertamente qué se puede hacer para devolvernos una imagen rejuvenecida sin perder nuestra propia personalidad.
La clave está en conservar una imagen natural. Que no nos pregunten ¿qué te has hecho?, sino que nos digan ¡qué buena cara tienes hoy!
Los tratamientos estéticos propuestos se deben adaptar a cada persona, buscando la armonía de sus rasgos y respetando su personalidad, realizados con sutileza y buscando resultados a largo plazo, evitando cambios rápidos y demasiado llamativos.
A continuación os explicamos las principales claves para que un tratamiento estético tenga un resultado natural y convierta a la medicina estética en nuestra gran aliada para el futuro:
- Personalizado. Nuestro médico nos realizará un diagnóstico detallado buscando mantener la armonía global de nuestra imagen antes de realizar cualquier retoque.
- Progresivo. Potenciar y conservar los rasgos más favorecedores, sin llegar a cambiar la esencia que nos define. El tratamiento estético de éxito debe ser sutil y progresivo, sin prisas, para que nos sigamos reconociendo a lo largo del proceso.
- Coherencia con la edad. A partir de los 40 años se van viendo los signos de la edad, y nuestro cerebro los reconoce instintivamente. Si se eliminan por completo flacidez o arrugas, se produce una incoherencia entre edad cronológica e imagen, de resultado muy artificial. Corregir con mesura y delicadeza estos signos de edad es el verdadero objetivo de la medicina estética.
- Menos es más. En medicina estética el minimalismo es la moda más favorecedora. Un tratamiento con resultado escaso se puede retocar, pero eliminar los efectos de un procedimiento excesivo puede ser imposible.
- Respeto a la expresividad. Uno de los motivos por los que algunos pacientes se resisten a recurrir al bótox es el miedo quedarse «como una máscara» durante meses a pesar de que se trata de casi la única manera de combatir el exceso de arrugas de expresión en el tercio superior facial. La clave, de nuevo, está en nuestro médico, quien domina la técnica y posee experiencia para ajustar el tratamiento a lo estrictamente imprescindible, sin reducir la expresividad individual.
- Restaurar la geometría del rostro. Del mismo modo que no hay dos personas iguales, no se debe corregir la pérdida de grasa y soporte facial rellenando del mismo modo pómulos, labios o nasogenianos. Un buen tratamiento estético debe devolver a cada rasgo su posición y volumen originales, sin crear facciones que no estaban ahí, evitando el efecto de «muñeca retocada» de casos tristemente conocidos.
- Visión de conjunto. Existen protocolos de tratamientos estéticos que buscan la armonía natural del rostro, mediante la aplicación de diferentes productos y técnicas, en base a los problemas individuales presentes en cada rostro.
- Priorizar. Puede suceder que nuestra mayor preocupación estética sea un pequeño defecto a ojos de los demás. Un buen médico estético nos estudia objetivamente y puede poner en perspectiva nuestros pequeños complejos, y asesorarnos para potenciar nuestras virtudes sin perder nuestra individualidad.
- Buen gusto. Para que un tratamiento estético sea realmente efectivo, debemos estar satisfechos con sus resultados siempre. La verdadera belleza no se somete a las modas, sino que es una combinación inteligente de individualidad, elegancia y equilibrio armónico de los rasgos.