Los alimentos nos aportan energía, pero no todas las calorías son iguales. Cuando éstas provienen de azúcares, la forma en que nuestro cuerpo los metaboliza está detrás la obesidad y la diabetes entre otras patologías asociadas al sobrepeso, que podemos tratar con los, Método PnK, Método PronoKal y DiaproKal (más específicamente).
El organismo responde de dos modos a la ingesta de carbohidratos o azúcar: o bien lo convierte inmediatamente en glucosa que utiliza para obtener energía, en proporción directa al nivel de actividad, (a mayor sedentarismo, menor quema de glucosa), o si no, el excedente es convertido por el hígado en reservas de grasa.
Si los niveles en sangre de ese azúcar, la glucosa, son superiores a lo normal, el páncreas libera insulina. El problema es que con tasas altas de insulina circulando de manera casi permanente, las células acaban respondiendo peor a la acción de la insulina y con el tiempo, dejan de responder y surge resistencia a la insulina y la diabetes tipo 2.
Con objeto de prevenir la resistencia a la insulina y la diabetes, se recomienda no superar los 40 gramos al día de azúcares añadidos. En España estamos en un consumo medio de 80 gramos según la Academia Española de Nutrición.
Para empezar a reducir el consumo hay que empezar por leer las etiquetas y mirar la lista de ingredientes de cada producto. Interesa saber que todos los que terminen en «osa» son azúcares: glucosa, fructosa, sacarosa, lactosa, dextrosa… y, que además, la industria alimentaria utiliza multitud de nombres, como jarabe de arroz integral, zumo de caña evaporado, jarabe de maíz, dextrina, pulpa de fruta, néctar de ágave, melaza, concentrado de zumo de frutas, xilosa…
Por muy saludable que suene el jarabe de arroz integral es sólo azúcar. Además los alimentos que disparan los niveles de glucosa tienen un efecto adictivo en nuestro cerebro, que «recuerda» perfectamente todos y cada uno de los sabores y alimentos ricos en esa energía tan gratificante.