El ritmo de vida que llevamos, y los acontecimientos del día a día, a veces nos alejan de lo importante, como puede ser el cariño a nuestros allegados o el disfrutar de las pequeñas cosas.
Para romper ese esquema, el otro día asistí a algo completamente distinto a lo que hago en mi desarrollo profesional… ¿o tal vez no tanto?.
En un mundo de prisas, en el que dedicamos muy poco tiempo a elaborar la comida y recurrimos (a veces con abuso) a los precocinados, se echa de menos tener tiempo para preparar, por ejemplo, algo de repostería casera, como hacían nuestras madres y nuestras abuelas.
Ellas tenían menos recursos que nosotros, pero también más tiempo.
Como dígo, me apunté a un cursillo de repostería. Y fue toda una experiencia, eso de pringarse el delantal y elaborar con tus propias manos amorosas un pequeño «regalo» para el paladar, que luego degustaremos en familia.
Todo bien sazonado con mucho cariño y… bastantes calorías !!!.